Last April we organised together with the CTTI – Generalitat of Catalonia (our regional gov) a workshop on Open Data. We have been working intensively on the subject for quite some years resulting in some papers, projects and a special article in the Communications of the ACM that will appear soon. We wanted to share our work with the Open Data community in Catalonia.
Since the early days when Marta Continente stablished the first Open Data portals in Catalonia we have witnessed an explosion an explosion of initiatives around Open Data. Lot’s of cities have their own Open Data portal with the ambition of ensuring transparency and stimulating the provision of services by third parties. Our reality though is not so different than the one in many other places, the scale and maybe the level of commitment is different, however results are mostly in the same line.
As in many other places, outcomes are a poor match for the vision, at most. Maybe it is time to acknowledge that Open Data is not working the way we expected and needs to be fixed.
This is the official web page and video of Citisense 2014. We are really proud of having helped and collaborated in making it possible.
http://www.worldbank.org/en/topic/ict/brief/citisense
This is a quite old article that Henry Chesbrough and I wrote and got published in English on September 2014 due to the interest expressed by a large number of international delegations.
Our vision is changing, because Open Innovation is a moving field, particularly in the Public Sector and Smart Cities. However the one that we presented is still in many ways completely valid.
Here you can find the whole article and following the conclusions:
Innovation and cities are two concepts that have always gone hand in hand. Geoffrey West, who for many years was the director of the well-known Santa Fe Institute, has described the positive correlation between the size of cities and their innovation capacity in terms of a power-law (Bettencourt et al., 2007). That is, a city that is 10 times larg- er is 17 times more innovative, but a city that is 50 times big- ger is 130 times more innovative.
Large cities have always been considered places that welcome subcultures (Fischer, 1995) and non-conven- tional residents (Florida, 2005).
In this article, we have described the theory that the prevalent model of innovation in cities continues to be based on a structure of providing predefined services. This model does not include elements that enable cities to reinvent themselves, which is what is sought in smart city proposals (Florida, 2010).
The reinvention of cities, which should lead us closer to smart cities, requires the reinvention of the governance of cities themselves, particularly in terms of the manage- ment of innovation. This point is further supported if we consider the reality of cities as entities that compete for talent and creativity (Florida, 2008), in a world where competition is increasingly defined by the capacity to innovate, not just by efficiency or productivity.
In the article, we have focused particularly on inter- mediaries in innovation processes, particularly public intermediaries. We centred on a specific mechanism: the use of urban space as an area for research and experi- mentation by the citizens themselves through urban labs.
The existence of intermediaries is possibly one of the most relevant characteristics of open innovation process- es. However, although open innovation is prevalent in the private sector, it is only just beginning to be intro- duced in the private sector. Urban labs will definitely undergo considerable transformation in the coming years, and shape this new scenario of open innovation in the public field.
La necesidad de ser más competitivos – o lo que es lo mismo “crecer” – se ha convertido en un tema omnipresente, no sólo en el discurso político o en los medios, sino también en nuestras empresas, nuestra vida profesional e incluso en la personal. Se diría que un país con un 26% de paro, donde a con cada nuevo informe de Pisa no salimos de nuestro asombro de lo mal que está la educación o donde la inmensa mayoría de nuestras universidades se encuentran situadas en niveles nada envidiables – sea cual sea ranking que escojamos – es un país con un problema de competitividad importante.
Pensaríamos pues que ante un problema tan evidente como acuciante, los diferentes gobiernos se apresurarían a proponer un buen número de nuevas medidas en un intento de mejorar esta situación. Sin embargo, me parece que todos coincidiremos que no es precisamente éste el caso, aunque sean innegables la voluntad de cambio no sólo en las políticas existentes, sino también el esfuerzo en el diagnóstico y en la interpretación tanto de los problemas como de las soluciones.
Sin ir más lejos, hace unos días Pablo Iglesias en la entrevista que Risto Mejide le hizo al líder de Podemos comentaba su propuesta de instaurar en España una renta básica, ésta no es ni una propuesta ni una medida de política económica nueva pero la novedad estuvo en la interpretación de sus consecuencias.
En efecto, cuando Risto comentaba no sólo la escasa viabilidad de instaurar una renta básica en tiempos de crisis sino el hecho de que nos llevaría a crear una clase ociosa subvencionada, Pablo Iglesias argumentaba no ya en términos de justicia social sino en términos de competitividad personal. Si los trabajadores dispusieran de una renta mínima no estarían forzados a aceptar cualquier propuesta, decía, y las empresas deberán repensar y reinventar sus modelos de negocio para competir en algo más que en precio.
Detrás de esta simple propuesta vemos dos interpretaciones de sus efectos. ¿Sabemos cuál de ellas es verdad?. ¿Se convertirían los españoles en ociosos viviendo de rentas públicas y con ello disminuiríamos aún más su espíritu emprendedor? O, por el contrario, ¿teniendo asegurada una renta mínima viviríamos un Silicon Valley plagado de startups tecnológicas y los trabajadores tendrían la capacidad de aceptar sólo aquello que proporciona una compensación mínimamente justa?
Probablemente nos sería difícil encontrar que en algún momento de su historia no ha intentando desarrollar un proceso de emprendimiento inspirado en el modelo de Silicon Valley.
La sensación de urgencia que ha recorre el mundo occidental desde hace un par de décadas debido al outsourcing y a la deslocalización primero y a la digitalización y robotización después.
Desde hace más de un decenio, crear industrias en lo digital parece ineludible si un país quiere mantenerse en la senda del progreso. Todo, o casi todo, se está digitalizando. No sólo música, libros, periódicos, revistas y fotos, elementos tan perentorios como la calefacción con NEST, las bombillas con HUE (Philips) o nuestros coches se incorporan a esta tendencia que parece imparable. Todo ellos nos ha llevado fácilmente a la conclusión que sin un industria digital sólida no hay futuro y ha lanzado a muchas ciudades y agencias de innovación a buscar ese santo grial.
Para sorpresa de bastantes – y esto pasa a menudo en el campo de la innovación – algunas ciudades más bien poco relevantes en lo digital se han convertido en muy poco tiempo en centros de primer order. Tal es el caso de algunas ciudades de la costa este de Estados Unidos como Boston, Washington y Nueva York. Sin ir más lejos la foto adjunta es la concentración de empresas digitales en Manhattan.
Nueva York era el centro financiero, la ciudad de la moda y la publicidad y bastantes cosas más, pero cuando se hablaba de apps e Internet, inmediatamente cambiábamos de costa y pensábamos en Silicon Valley. Sin embargo, hoy esto ya no es así. El centro de Manhattan y el Village primero y Brooklyn ahora está lleno de startups digitales, algunas de ellas con un éxito evidente.
Buena parte de este éxito se debe al trabajo de la administración Bloomberg en la alcaldía de Nueva York. Para ello hizo cuatro (4) cosas.
Estos días estamos asistiendo a un continuo torrente de escenarios de corrupción que afectan no ya a pequeños colectivos sino al núcleo central de los principales partidos políticos.
Junto a ellos también asistimos con estupefacción a un conjunto de disculpas y explicaciones no ya absolutamente increíbles sino vergonzosas por lo que presuponen en cuanto a trato a la ciudadanía. Parece que un partido puede invertir una cantidad de dinero negro substancial en un medio como “Libertad Digital” y que esta decisión se toma sin la decisión e intervención de sus máximos dirigentes. Por favor señores, ¿por qué nos toman? No es éste un tema exclusivo del PP, sino que lo encontramos en prácticamente todos los partidos que han tenido responsabilidades de gobierno.
La raíz del problema es de todos conocida, durante la transición se tomaron una serie de decisiones, en gran medida por miedo a una involución que nos devolviese a la dictadura anterior, que han sido nefastas para España. Una de ellas fueron las listas cerradas que otorgan un poder total a las cúpulas de los partidos porque son ellas y no los votantes quienes deciden si la persona x está o no en las listas y su posición en ellas, por lo tanto si va a salir elegido o no. El congresista o senador no debe pues su puesto directamente a los votantes sino a la cúpula del partido que lo puso allí con lo que cualquier disidencia es atajada rápidamente y la crítica se acaba pronto.
En el ámbito político y social ocurre a menudo que el tipo de modelo escogido en el pasado determina nuestras posibilidades de actuación en el futuro y a veces nos coloca en callejones no ya sin salida, pero ciertamente con dificultades.
Este es un fenómeno bien conocido, en estrategia se denomina path dependence, queriendo indicar que dependemos del camino escogido.
Hace unos días la Federación Española de Municipios y Provincias me invitó a dar una charla en sus jornadas. Yo hice la presentación de la mañana y cerró Enrique Dans (enriquedans.com).
Las jornadas fueron muy interesantes y descubrí con alegría que a pesar de que no alcanzamos las cifras de los países más desarrollados, en lo referente a tecnología tenemos una cierta posición de liderazgo. Así pues en Córdoba y en otras partes de España se disponen de contenedores dotados con RFID y se diseñan rutas dinámicas en función de lo llenos que están.
Sin embargo buena parte de las dificultades vienen del modelo escogido. En Alemania por ejemplo es el usuario el responsable de llevar los envases al supermercado donde los ha comprado (el incentivo es devolverle el dinero del envase, un incentivo poderoso por cierto) y es el supermercado el responsable de la recogida. Con este sistema se reducen enormemente los puntos de recogida y su periodicidad abaratando el coste.
Fracasos de la 1ª Generación, Mejoras en la 2ª, la 3ª?
El “Memorandum on Transparency and Open Government” firmado por Obama en el 2009 desató una verdadera carrera alrededor de Open Data. La idea era sencilla, si abrimos los datos de gobiernos y ayuntamientos a los ciudadanos, los desarrolladores podrán crear apps y webs que proporcionaran servicios más diversos e innovadores que los que se le hubiesen ocurrido a cualquier gobierno, de una mayor calidad y a coste cero para el erario público.
Ese mismo año, Vivek Kundra, por entonces CTO de Washington D.C., lanzó junto con Peter Corbett de iStrategyLabs, la primera competición de apps, se llamó “apps for democracy” con unos resultados sin duda espectaculares. En apenas 30 días se desarrollaron 47 apps cuyo coste estimado, si se hubiesen desarrollado internamente, habría sido de $2.3M. Algunas de estas apps fueron muy populares como por ejemplo “liveAt” que indicaba los servicios y composición demográfica de cada zona de Washington o “AreYouSafe” que geolocalizaba la situación del usuario y le indica el nivel de peligrosidad de esa zona / fecha / hora. El coste total de apps4Democracy incluyendo premios fue de $50,000, es decir un retorno de la inversión situado en algo más del 4000%.
Este y otros casos de éxito junto con el bajo coste de “abrir los datos” generaron grandes expectativas que se tradujeron en una carrera por la apertura de datos a ambos lados del Atlántico. Como botón de muestra mencionemos simplemente que el portal de Open Data del gobierno americano – data.gov – el mayor del mundo que dispone hoy en día de alrededor de 272.000 datasets y el hecho de que la practica totalidad de las ciudades activas alrededor del concepto Smart Cities organizan regularmente competiciones de “civic apps”.
Detengamonos un momento a analizar los resultados. La mayor parte de estas apps se centran en unas pocas áreas: temas de movilidad, localización de recursos – como puntos wifi -, descripciones de sitios de interés o bien en restaurantes y bares. Ninguna de ellas ha logrado estar en el top 100 ni en Android ni en Apple y raras son las que logran a una cierta notoriedad. Una de estas excepciones fue donteat.at que utilizando los datos de las inspecciones de sanidad de NYC avisaba cuando se entraba en un local que no las había pasado favorablemente. En este caso, al igual que en otros muchos, la notoriedad se debe más al ingenio e imaginación de la propuesta que a su uso o utilidad real.
Varios han sido los problemas que han llevado a que esta primera generación de aplicaciones haya obtenido resultados tan escasos pese a la enorme expectación que la idea ha generado.