Los deberes para una Barcelona digital

Para que Barcelona se transforme en una sociedad digital no se necesitan más laboratorios, más programadores y más emprendedores, que también. Debe ser una sociedad que busque de forma constante mejorar y poner en marcha nuevas iniciativa.

ESTEVE ALMIRALL. PROFESOR DE ESADE BUSINESS AND LAW SCHOOL

MARTES, 28 DE FEBRERO DEL 2017

 

Parece que el mundo avanza hacia una sociedad digital en donde buena parte de las actividades humanas o bien se trasladan al ‘software’ o acabarán en manos de máquinas inteligentes o robots. Quizás alguien puede pensar que tardaremos mucho en ver este mundo, pero de hecho ya está aquí. La venta ‘on line’ está ganando terreno rápidamente, los fondos de inversión ya empiezan a estar gestionados por ‘software’ en vez de humanos (Bridgewater, Sentient, Numerai …) y los coches, camiones y autobuses se autoconducen. Los Tesla ya hace tiempo que van solos por las autopistas… Que esto va a más y con gran rapidez no hay ninguna duda. Ahora bien, si esto es así, ¿qué le hace falta a una sociedad para tener éxito y no terminar atropellada por el tsunami de la innovación digital?

Lo primero que hay que tener claro es qué queremos decir con una Barcelona digital. De hecho, cuando hablamos de la transformación digital hablamos de innovación y de cambio. Nos referimos a incorporar las tecnologías digitales, a veces para hacer las mismas cosas de una manera más eficiente, pero a menudo lo que queremos es hacer las cosas diferentes.

La innovación es un hecho social. La definición y la construcción de una nueva propuesta a veces ocurre en los laboratorios, pero la innovación pasa en la calle cuando la gente lo adopta.

 

Mejora continua

Una Barcelona digital no significa pues tener más laboratorios, más científicos, más programadores y más emprendedores, que también. Básicamente quiere decir que todo esto tiene que pasar en una sociedad que busque constantemente mejorar y poner en marcha nuevas propuestas. ¿Pero es esta la sociedad en la que vivimos?

Si las organizaciones -especialmente las grandes empresas, las empresas públicas o la administración- no son eficientes y compiten más con el ‘networking’ o la legislación que con sus productos y servicios, entonces se convierten en un problema. Primero, porque hacen que sus proveedores y colaboradores pongan la energía y los esfuerzos allí donde no toca: la relación en vez de un mejor producto/servicio. Segundo, por el efecto multiplicador de estas prácticas. ¿Esta situación suena familiar?

Hay dos aproximaciones a la transformación digital de las organizaciones y los países. La primera se centra en intervenciones de acupuntura tecnológica. Si hacemos centros de ‘coworking’, aceleradoras, incrementamos el ‘venture capital’ o mejoramos e incrementamos las ofertas de formación digital, lo solucionaremos.

Seguro que todo esto ayuda, pero no es suficiente. Sería genial que los cambios socioculturales se pudieran resolver solo con la incorporación de tecnología y la mejora de las capacidades, sin duda imprescindible. Pero esto nunca es suficiente. Esta línea a menudo tiene como resultado un incremento en el uso y en la adopción, pero no en la creación.

 

Transformación cultural y social

La segunda pasa por asumir que una sociedad que compita en el mundo digital requiere una transformación cultural y social y asumir la urgencia. Los cambios requieren de la conjunción de muchos factores que la favorezcan, entre ellos la urgencia de la necesidad del cambio, ya sea real, impuesta o fruto del conflicto. Sin esta urgencia no habrá cambio. Yo quisiera destacar tres factores, más allá de la urgencia que lo hace posible.

En primer lugar, las capacidades. Sin tener, desarrollar y activar a personas e instituciones con las capacidades para actuar no hay manera de generar el cambio porque faltan las herramientas. En el caso digital, estas capacidades están alrededor de la programación, la inteligencia artificial y el ‘data science’. Saber programar se está convirtiendo rápidamente en algo tan normal como saber inglés o saber manejar Excel. Y si queremos ir hacia un mundo digital donde seamos creadores y no solo consumidores, hay que incluirlo en nuestros programas educativos.

En segundo lugar, necesitamos tractores y ejemplos. La imitación de lo que tiene éxito y de lo que te hace tener éxito es una de las fuerzas más importantes en las dinámicas sociales. Que las administraciones y las mejores empresas estén plenamente involucradas en la transformación digital es un elemento decisivo para que ésta se produzca y llegue partes. Los cambios ‘bottom-up’ tardan mucho tiempo y tienen un coste social y personal muy elevado.

 

Un tejido vertebrado

En tercer lugar, necesitamos un tejido vertebrado y con dinámicas de creación y crecimiento. Una buena parte de la explicación de cómo Nueva York se ha convertido en el nuevo Silicon Valley es el meetup NYTech, que influyó de manera decisiva a empujar a la administración y empresas, atrajo y creó emprendedores y los conectó entre sí.

Resumiendo, una condición y tres líneas de actuación. Cero, sin urgencia no cambio, y si nos creemos que el mundo es y será digital ya estamos llegando tarde. Uno, necesitamos las capacidades, sin programadores no hay creación en el mundo digital, solo consumo. Dos, sin lograr que el digital sea un camino de éxito personal y empresarial no habrá capacidad de atraer talento. Tres, tener capacidades es bueno, pero si no las podemos activar es inútil: el tejido social y sus dinámicas de crecimiento son vitales para que esta transformación sea una realidad.